No sé por qué hay días en los que una se levanta con ganas de emociones fuertes.
No sé si la causa es la necesidad de descargar adrenalina, o la incapacidad para aguantar a dos niños tirando de tu brazo y apartando tu mano del teclado del ordenador como si éste amenazara con tragarse a su madre para siempre…
Por un motivo o por otro, me lanzo una vez más (y mira que me prometí no volver a hacerlo…) de compras con las fieras…
Descartada cualquier perfumería pequeña en la que al entrar con dos niños tan pequeños te miran atemorizadas como si llevaras adosado un cinturón de explosivos (y a veces no les falta razón…), me voy directa a El Corte Inglés, donde me siento como en casa.
Nada más salir del parking, el primer obstáculo: dos puertas, pesadas no, pesadísimas, se presentan ante ti, imbatibles. Te miras. Echas cuentas. Sólo tienes dos manos. Con una mano llevas a la pequeña que le hacen daño los zapatos nuevos, con la otra empujas el carrito y de reojo vigilas al mayor. Así que toca discurrir.
Con la mano derecha abres la pesadísima puerta, la sujetas con la cadera mientras con el otro brazo empujas la otra puerta a modo de puente.
Invitas, obligas y después suplicas a tus niños que pasen por debajo e intentas empujar el carrito con el pie que te queda libre… «Creo que deberían considerar esto como disciplina olímpica«, me digo aliviada al soltar las puertas.
Me acerco al stand de Clarins porque quiero comprar los nuevos polvos de sol Bronzing Duo SPF 15.
La dependienta dirige unas amables palabras a los niños pero yo, consciente de que la actitud adorable de las fieras puede darse la vuelta en menos de un minuto, cambio de tema y voy al grano.
He leído que son dos tonalidades para ir combinando y lograr un dorado veraniego a medida que se acerca el buen tiempo.
Me explican que se trata de una pantalla solar 100% mineral y que hay disponibles tres tonos:
01 Light, 02 Medium y 03 Dark.
Cuesta 34,95 euros, que no está mal dada la eficacia requeteprobada de su predecesores y teniendo en cuenta que duran todo el verano aunque los utilices a diario.
Además tienen ese «olor a verano» tan típico de los productos Clarins… y ya me imagino en la playa…
Decido llevármelos a casa. Me dejo llevar. La emoción de estar en un lugar tan mágico, con tantos productos de belleza y los niños portándose tan bien… ¿los niños? ¡Los niños!…
Los busco rápidamente y descubro a la niña metida dentro del stand intentando alcanzar una barra de labios fucsia (ya apunta maneras) y el niño hablando con los peces del stand de La Mer… así que, pensándolo mejor, me voy a casa y ya vendré yo sola en otro momento… que me parece que la carroza empieza a convertirse en calabaza…
