Desde hace unos años, observo atónita como el mundo del maquillaje se ha llenado de palabrejas extrañas (cuya viralidad suele ser directamente proporcional a la dificultad de su pronunciación…) que pretende imponernos técnicas para las que, casi nunca estamos preparadas.
Hace un año tratamos de hacer nuestro el contouring e imitar a los maquilladores profesionales en casa… y creedme que ha hecho mucho daño…
Sus defensoras aseguran que es una fantástica forma de ocultar defectos y realzar los puntos de luz pero a la hora de la verdad, son pocas las cosas que puedes hacer tú misma delante del espejo, sin parecer una caricatura de Lady Gaga, no nos engañemos.
Y ojo, que yo soy de las que utilizo esta técnica a diario pero únicamente en los pómulos y la barbilla, y siempre asegurándome de que quede muy difuminado (recordadme que un día os cuente con detalle como lo aplico).
Ahora llega una nueva técnica a la que se le ha puesto el nombre de Strobing, en busca supongo de popularidad, porque es lo que toda la vida se ha llamado «iluminar».
No sé cuantos años llevamos utilizando iluminadores y, os aseguro, que si de algo me he dado cuenta, es de que es una de las tareas más complicadas para quienes no somos maquilladoras expertas.
No es tan complicado aplicar bien el corrector (recordad el truco del triángulo que tantas de vosotras ya utilizáis a diario) y aplicar un poquito de iluminador en el arco de la ceja, sobre ella, en el centro de la nariz y de la frente, pero de ahí a pasarnos y tratar de cambiar el rostro a base de iluminar… hay un mundo.
Imagino que esto acabará siendo como las tendencias de las pasarelas. Una acabará cogiendo una pizca de cada tendencia y al final, acabará maquillándose como siempre pero con alguna mejora de este tipo.
¿No os parece?