Verano. Vacaciones.
Hasta que llegue el momento soñado de ir a la playa, sobrevivir en Madrid con estos calores supone inexorablemente pasar largas jornadas en la piscina.
Pero nadie nos habla de todo lo que ocurre hasta llegar a disfrutar del deseado baño en la piscina.
Salir de casa ya es un reto.
La enorme bolsa, que ríete tú de la de Mary Poppins, oculta en su interior, varios botes de crema todos de altísima protección, gorros, manguitos, burbuja, bañadores de repuesto, una mini-neverita con los imprescindible para que las «fierecillas» resistan unas horas, monedero, iPhone, llaves y toallas.
Vamos que si me planto así en la playa este año me confunden con un vendedor ambulante.
Miro con deseo la piscina olímpica prácticamente vacía, mientras camino hacia la piscina infantil, también con pocos niños pero mucho más ruidosa.
Mi primera desilusión: no hay apenas sombra y, la que hay, queda lejos de la piscina con lo que para vigilar a los niños, no me queda otra que sentarme en el bordillo bajo el sol.
Antes de salir de casa aplicamos la crema solar… creo que podría considerarse un entrenamiento completo porque acabo agotada.
Aplicar crema solar a los niños es como tratar de coger un pulpo con guantes.
Se vuelven escurridizos, no paran, se alejan, se acercan… y cuando una ya está más que agotada, hay que aplicarse la crema una misma.
Pero la espalda es el principal problema.
Si en ese momento te encuentras sola, ¿quién te aplica la crema en la espalda?
Me encantaría que inventaran algo para facilitar la tarea… no sé, como una de esas manitas de plástico con un palito para rascarse la espalda, así que hago desde aquí un llamamiento a quien quiera inventarlo… a mi, me vendría de perlas.
Afortunadamente, me encuentro con una amiga que está aplicando crema de Isdin en spray a su hijo… y entonces me doy cuenta.
Mañana mismo me voy a comprar una crema solar en spray, aunque solo sea para la espalda.
¿Alguna sugerencia?