Tengo una amiga que a menudo asegura pasar por lo que ella, y sólo ella, llama una «crisis de fealdad«.
Los americanos tienen, como siempre, palabras como «bad day» mucho más bonitas para referirse a esto, pero creo que la expresión «crisis de fealdad» es mucho más descriptiva y explícita.
Cuando dice estar inmersa en una de ellas, os puedo asegurar que no pasa por ningún mal momento… todo lo contario, la suelo ver guapísima, pero ella cree estar pasando una época horrible y difícilmente remediable a nivel estético…
A veces estas crisis están provocadas por malas rachas a nivel laboral, a veces por simples cambios estacionales, mal tiempo, aburrimiento o las malditas hormonas, pero lo cierto es que una se siente terriblemente fea y desmejorada.
No te gustas nada. Ni tu peinado (pese a ser el mismo que llevas desde hace tres meses), ni tu forma de maquillarte (aunque sea la de siempre), ni nada de nada… vamos, que te ves horrible y punto.
Afortunadamente no suelen durar más de dos días, pero se nos hacen eternos.
Durante ese par de días, siempre coincides en el ascensor con esa vecina guapísima que parece no llevar ni gota de maquillaje, que no tiene una sola arruga, y ni un pelo de su preciosa y larga melena está descolocado.
Si no fueran las siete de la mañana, pensarías que lleva tres horas dándose ampollas (o garrafas) de belleza instantánea…
Al llegar a la oficina te cruzas con ella, la peor, la que siempre va impecable y te fijas en su pelo… ¿cómo puede estar tan perfecta? Si las peluquerías no están abiertas aún, y nadie, absolutamente nadie, es capaz de hacerse ella solita esas ondas a lo Giselle Bundchen… ¿y esa cara? ¿duerme catorce horas seguidas? ¿se ha pasado el fin de semana con mascarillas de caviar? ¿es que soy la única de este edificio que trasnocha?
Y es entonces, cuando de camino a tu mesa, y con la autoestima arrastrándose detrás tuyo como si de un perrito faldero se tratara, cuando decides hacer una parada técnica en el baño, para comprobar si tu aspecto ha mejorado algo en los últimos minutos.
Y allí está ella, sonriente, retocándose el maquillaje (no sé para qué, si no puede estar más perfecta…) y te dice: «Ay, mi niña… tienes mala cara. ¿Has dormido mal? ¿Estás enferma?»… y entonces notas como la poca sangre que corría por tus venas te baja inmediatamente a los pies…
En fín… no hay producto cosmético que te haga superar estas crisis, no.
Pero lo único que puedes hacer es tratar de subir tu autoestima con algún producto milagroso.
De esos que te estiran la piel de forma instantánea y te hacen sentir la tez suave y luminosa muy, pero que muy rápidamente.
Tengo la suerte de acabar descubrir uno de estos productos que, junto con las ampollas de belleza instantánea de Germinal o el bálsamo Flash Beauty de Clarins, me hacen sentir guapa al instante.
Pero a diferencia de los anteriores, este no es un producto únicamente destinado a proporcionarnos un mágico efecto de belleza, sino también a cuidar la piel: Serum Intensive Antiarrugas de Laboratorios Zorgan, un revitalizante intensivo con argireline y el más que famoso ácido hialurónico.
Aseguran que al llevar ácido hialurónico de alto y bajo peso molecular combinado, asegura una hidratación muy duradera. Lo del peso molecular alto y bajo no es otra cosa que la capacidad de penetrar en la piel, así que dicho de forma más fácil, este serum nos aporta hidratación en todas las capas de la piel, no sólo en las que se ven.
El argireline, el ácido glicólico y el silicio bioactivo hacen el resto: nos dan una luminosidad espectacular y reduce de forma muy visible las arrugas.
Así que os recomiendo, este sérum, tengáis o no un mal día porque es milagroso.
Además los precios de esta forma son muy asequibles, así que la alegría es doble.
Se compra en farmacias y tiene un precio de 23 euros (depende de la farmacia, lo he llegado a ver hasta por 16 euros), desde luego no está mal para la maravillosa que deja la piel…
¿Qué pensáis?
¿Soléis tener este tipo de crisis «de fealdad»?