– Ay madre… pero ¿qué hago yo aquí?
Allí estaba yo, preguntándome qué hacía allí, cuando de lejos me parecía ver el cartel que anunciaba el kilómetro 2 de la carrera…
– ¿Cómo que km 2? Eso está mal… pero, pero, pero… ¿por qué no me habrá dado a mi por el yoga o por el punto de cruz?
Pero si algo me caracteriza es que no me gusta rendirme, así que instantes después me sonreía a mi misma y me decía:
– Anda, no te quejes y sigue.
Una hora antes había salido de casa, enfundada en mi ropa de runner, con más sueño que otra cosa, sin haber dormido lo suficiente, y habiendo hecho la locura de correr 12km dos días antes, intentando recuperar el entrenamiento que no había tenido tiempo de hacer en toda la semana.
Ayer me iba a dormir con un dolor tremendo de gemelos (fruto del sobre esfuerzo) y de otros músculos que no consigo ni identificar, con la esperanza de que al amanecer se me hubiera pasado. Y sí, parecía que se había pasado.
– Vamos allá, «SuperSu» – me repetía mientras me colocaba en la linea de salida.
En ese momento todo el mundo me parecía super-profesional, todos calentando, todos con cara de llevar 6 horas despiertos… El speaker anunciaba que quedaban 2 minutos para que empezara «Correr por lo justo», la carrera de 10k que estaba a punto de correr. Pero lo que empezaban eran los nervios.
No era mi primera carrera de 10k, ni mucho menos, pero sí la primera que corría sola, sin nadie al lado, y ello tenía sus ventajas y sus inconvenientes.
Por un lado me permitía ponerme a prueba, ver hasta donde era capaz de llegar, sin que nadie me marcara el ritmo, nadie que me obligara a ir más rápido o más lento, y me daba cierta libertad de abandonar si el dolor persistía.
Pero por otro, no tendría a nadie que me animara, que me dijera que bajara el ritmo si aceleraba demasiado o a quien simplemente mirar con cara de perrito pachón diciendo «no puedo más»…
La salida suele ser para mi, uno de los momentos más desmotivadores… cientos de corredores buscan un hueco para adelantarte y te da la sensación de que, además de tropezarte con alguno, te vas a quedar sola… pero no. No te quedas sola.
Sigues, algo aturdida, crees que puedes correr más rápido, pero no quieres agotarte antes de tiempo.
Miro de vez en cuando para atrás y me doy cuenta de que me obsesiona más de lo que creía, no quedar la última. Hay mucha gente. Vamos bien.
Soy consciente de que los 3 primeros kilómetros son para mi los más duros… así que vamos poco a poco.
Al llegar al tercer kilómetro hay opción de dar la vuelta y hacer la carrera de 5k… o seguir. Admito que se me pasó por la cabeza unirme a los corredores que iban a hacer 5k, y más teniendo en cuenta el dolor del gemelo… pero sonaba «No surrender» de Bruce Springsteen en mi móvil, y yo al boss siempre le hago caso, así que continué mientras me repetía una y otra vez: «No te rindas«.
Me centré en aguantar hasta el km 5, donde por fin acabaría la cuesta (insignificante hasta ese día, pero madre mía, qué dura se me estaba haciendo…) y me daba la sensación de que las torres Kio cada vez estaban más lejos… Tuve que parar varias veces a caminar para bajar pulsaciones pero, aunque normalmente intento caminar un minuto en estos casos, miraba para atrás y volvía a correr a los pocos segundos… que no quería quedarme atrás.
Por fin llegué al km 5 y ahí sí que empecé a disfrutar. Pero de verdad.
Además de que, para mi, pasados los 4 ó 5 primeros kms me suele costar menos, esa bajada suave era una gozada.
Consciente de que aún quedaban otros 5km y no me podía venir arriba («Tranquila, que sigues siendo principiante, no te olvides…» me repetía ), intenté bajar el ritmo y disfrutar de las calles de Madrid vacía, una de las cosas que más me gusta de correr por ciudad… y mira que está bonito Madrid así vacío.
En los kms 7 y 8 me permití correr un poquito más rápido, no me costaba apenas pero después volví a bajar, que había que dosificar.
Entré en meta y también se me hizo raro no tener con quien hablar así que le conté orgullosa a un chico que repartía publicidad (pobre…) lo contenta que estaba a cambio de escuchar su propuesta para que me apuntara a una carrera el domingo que viene… Debió pensar que estaba loca, pero las endorfinas había que aprovecharlas y un domingo a las 10 poca gente estaba despierta para escuchar la emoción de esta aprendiz de runner…
Hice un tiempo «de risa» para los que os dedicáis en serio a esto, pero buenísimo para mi, sobre todo habiendo parado a caminar y empezando con ese dolor la carrera: 67 minutos.
Pero lo que más ilusión me ha hecho es ver que en mi diploma pone (yo creo que se han equivocado) la 235 de más de 2.000 corredores (o igual se refieren a los más de 1.000 que hicimos la de 10k). Me encanta, me motiva, y dame unos meses más, ya veréis.
En cualquier caso, no dejo de repetirme que hace tan solo un año no era capaz de correr 1km sin ponerme azul o necesitar un desfibrilador, y miradme, con tesón, paciencia y un ritmo de vida poco compatible con entrenamientos regulares y suficiente descanso, aquí estoy…
Por cierto, he pensado que dado que esto del running se está intensificando en mi vida, seguramente dedique un día fijo de la semana a hablaros aquí en el blog de mis avances, mis logros y mis derrotas… aún le estoy dando vueltas qué día hacerlo, pero ya os iré contando.
Y las que me seguís por redes sociales, ya sabéis que me han seleccionado como uno de los 40 Asics Front Runners para representar la marca… le dedicaré un post porque pese a ser la «aprendiz» del grupo no sabéis la motivación y el impulso que me ha dado que una marca como Asics confíe en mi… y me seleccione de entre más de 4.000 aspirantes… pero os cuento todo en detalle en otro post, que este ya es muy largo.