Cuando en el colegio aquella malvada profesora me obligó a pasar todo el verano con un cuadernillo de caligrafía Rubio repitiendo hasta la saciedad «Mi mamá me mima»… aún no era consciente de la verdad que representaría aquella frase en mi vida.
Será por haberlo escrito tantas veces, será porque mi madre no es como otras madres, o será porque me ha tocado la lotería, pero treinta años después, tengo la suerte de que mi mamá me siga mimando.
Y os lo cuento porque he descubierto que uno de los mejores tratamientos de belleza que existen, es pasar el verano, no en un spa, ni siquiera en una soleada isla del Caribe, sino en casa de mamá.
Como la mayoría de mis amigas, y supongo que casi todas mis coetáneas, me voy a pasar unos días con los niños y dejo al marido trabajando y disfrutando del tan deseado como efímero estatus de rodríguez.
Y el cóctel formado por las playas y la gastronomía del norte de España, las ganas de pueblo que una tiene después de un año sin salir de la ciudad, y la inestimable, y nunca suficientemente valorada, ayuda de los abuelos con los nietos me hacen no dudarlo ni un segundo y salir disparada cada verano hacia Asturias.
Una, poco a poco, se va relajando y va notándose como más guapa…
Dormir… qué palabra taaaaan bonita…. Desde hace casi 5 años no duermo tres noches seguidas de un tirón… excepto aquí, que los niños vienen tan agotados de las «tres p» (playa, puerto y paseo) que me permiten pasar 8 horas seguidas durmiendo… y creedme: no hay tratamiento de belleza mejor que dormir.
La tranquilidad de no tener que preparar desayunos, comidas y cenas que da esta modalidad de «pensión completa», no tener que atender todos y cada uno de los gritos de «Mamááá…» y poder ducharte sin la sensación de estar disputando los metros finales de un maratón,…ya mejoran el físico de cualquiera, pero aún hay más: hay un rincón de la casa que me chifla. Siempre lo ha hecho. Es el rinconcito donde ella guarda todas sus cremas y cosméticos.
Y me encanta probarlo todo. Será la novedad. Será que quiero tener la piel como ella, sin una sola arruga, o será… no sé, no tengo ni idea… pero me encanta.
El gran protagonista en el «tocador de mamá» (que siento decepcionaros pero mi madre es muy joven y no tiene tocador si no una estantería en un baño muy moderno…) es, un año más, Genifique de Lancôme: El sérum y la crema.
El sérum me gusta muchísimo. Despierta la piel y le da como luz interior, lo recomiendo a cualquier edad, pero si pasas de 40 mejor, le sacarás mejor partido.
La crema me encanta…
Lo de activador de la juventud no lo hubiera entendido hace unos años, pero me parece que ahora además de entenderlo, lo necesito.
Con mis 38 años estoy a medio camino de todo, ni soy ya una jovencita, ni tampoco una mujer madura y, aunque tengo una buena piel, empiezo a agradecer cuando un cosmético funciona de verdad. No me vale cualquiera. Genifique de Lancôme me da vida y luz a la piel.
Otro gran descubrimiento ha sido el sérum para el contorno de ojos de SK-II (Signs Wrinkle Serum).
Aplicado por la noche en pequeñísima cantidad (si no mi madre me mataría…) deja la mirada mucho más relajada (a lo que contribuyen las 8 horitas de sueño, claro).
También le he robado la crema Skin Siganture de SK-II y me ha gustado, pero tampoco me ha aportado grandes cambios.
Y así podría estar horas… hablando de las cremas, maquillaje, y demás cosméticos que me encanta robarle a mi madre y que la hacen a ella, a mi madre, la mamá más guapa del mundo…