Como bien decía ayer en la radio Julia Otero nadie, absolutamente nadie, que no haya tenido una niña a la que le guste la purpurina sabe la fobia que puede llegar a provocar a una madre tan (aparentemente) inocente invento llamado purpurina.
Y es que, sí señores, la purpurina se puede convertir en tu peor pesadilla, os lo digo yo…
Da igual que la hayan utilizado para hacer manualidades o que se la hayan puesto al pintarle la cara en el último cumpleaños… prepárate para encontrar purpurina en el lugar menos sospechado de tu casa 3 meses después o para, cuando la creías totalmente erradicada, sorprenderte viendo cómo un punto de purpurina está en tu cara cuando te miras en el espejo del ascensor. Y no lo entiendes. Y no tiene sentido. Pero ahí está. Como si tal cosa.
Esto por lo visto no lo ha pensado quien haya puesto de moda las dos tendencias beauty de las que os quiero hablar hoy.
La primera, que es la que se está publicando en todas partes es la de llevar purpurina en la barba.
No lo hagáis, y si conocéis a algún hipster hacedme caso y alertarle… a no ser que opte por cortarse la barba (y aún así) no se va a librar de la purpurina hasta junio y eso, que las madres llevamos con resignación, no creo que les guste a los hombres, la verdad…
La segunda está triunfando en otros países y me parece peor aún. Como remedio a las raíces que dejan al descubierto que no has ido a la pelu a retocar tintes o mechas, proponen decorar/ocultar las raíces con purpurina…
Ay, inocentes. No lo hagáis. Hacedme caso. O preguntadle a cualquier madre que haya tenido o tenga una niña menor de 8 años… y que os cuente…