Un millón de cicatrices

“Cesó entonces de desear ser otro. Y, satisfecho de sí mismo, sólo deseó ser mejor”. (Anna Karenina, Tolstoi).

¿Sabéis ese momento, ese punto, en el que dudas si todo el esfuerzo que haces sirve de algo?.
El otro día hablaba con una amiga sobre ello.
Yo me encontraba en un punto en el que, cansada, me preguntaba si todos los esfuerzos, todas las batallas, todo el trabajo, todas las vueltas que le doy a las cosas servirían para algo.
Es ESE momento en el que sigues entrenando, trabajando, pensando… pero parece que dejas de avanzar.
Sientes como si estuvieras tratando de subir unas escaleras mecánicas que bajan. Y tú, pese al esfuerzo, sigues en el mismo punto.
Ese momento en el que vas superando una dificultad, vas avanzando hacia la meta, hacia el objetivo… pero sientes que, de repente, das un paso atrás.
Y te cansas. Te sientas y te paras a pensar.
“Es parte del camino”, me decía mi amiga. “Todo el trabajo que haces, saldrá a la luz cuando menos te lo esperes. Estás avanzando. Hay momentos en los que no lo ves, pero estás recorriendo el camino. Esos momentos son los más difíciles y en los que la mayoría se rinde, pero tú no eres así”.
Me hizo pensar. Y días más tarde descubrí que, como siempre, mi amiga tenía razón.
El seguir cuando dudas, cuando flaquean las ganas, el permitirte dar un paso atrás, el tomarte un respiro, el caer, sacudirte el polvo de las rodillas y levantarte otra vez, no te hace sino crecer, fortalecerte y ser mejor.
Susana garcia motivacion
Nunca me han gustado mis rodillas.
Son de esos complejos absurdos que tenemos las niñas tantas veces y que, con la edad, no terminas de entender.
Desde aquella caída en los 21k que hice en Barcelona luzco además, dos preciosas cicatrices que con el sol se acentúan.
Y curiosamente, nunca me habían gustado tanto como ahora mis rodillas y sus cicatrices.
Y me gustan por que me recuerdan mis tropiezos, mis caídas, la vergüenza que sentí al levantarme ? pero también los superpoderes y las fortalezas que me dieron cada una de ellas.
En estos últimos días conversaciones con amigas, vuestros comentarios en la foto del otro día en IG… me han enseñado que quizá lo mejor que yo tengo son, precisamente, esas cicatrices.
Lo mejor que tengo es que no soy perfecta, sino precisamente, la forma que tengo de luchar contra esas imperfecciones y cómo he conseguido que cada vez me guste más tenerlas.
Vivimos en un mundo en el que todo va tan deprisa que puede que lo más coherente sea disfrutar del camino, de las veces que fallas, de las veces que aprendes, que creces, que vuelves a tropezar, que te levantas y vuelves a empezar.
Porque aunque tengas la sensación de estar recorriendo el mismo camino una y otra vez, de que tus esfuerzos son en vano… en realidad, todo ese trabajo mental o físico, silencioso e invisible, te está haciendo crecer y avanzar. 

«Desconfía de lo pulcro y lo perfecto…

los valientes estamos llenos de arañazos y cicatrices.»