Ayer volvió a suceder. No logro entender por qué me pasa y si sólo me pasa a mi.
El otro día compartía un vídeo de Dani Martin en el que hablaba de situarse siempre en la linea de partida. Él hablaba de que haber llenado varias veces el Calderón o Las Ventas en sus conciertos era maravilloso, pero realmente no servía para nada. Que había que mirar hacia adelante, trabajar y olvidar lo que habías logrado porque lo importante era situarse SIEMPRE en el punto de partida y volver a dar el máximo de ti.
Hace unos días, una amiga me contaba que le daba pánico situarse en la linea de salida de una carrera.
– «No me veo capaz de correr un km seguido», me decía.
– «A mi todavía me pasa», contestaba yo.
Ella se reía… «¿Con la de carreras que llevas en las piernas? ¿Habiendo terminado 7 medias maratones? ¿Me lo dices de verdad?»
Y creedme que lo digo de verdad. Ni siquiera sé si esto que me pasa es un defecto o una virtud, no lo tengo claro. Supongo que tiene de bueno, además de una constante cura de humildad, te obliga a volver a empezar, a pelear desde el principio, a no dormirte en los laureles…y tiene de malo que, a veces, es agotador.
No logro explicar esa parte de mi cabeza que me hace pensar que todo ha sido un sueño y que me repite cada día que no soy capaz. Por suerte, no suelo hacerle caso. Pero ahí está.

Esta semana los horarios de trabajo, llamadas de última hora y esa agenda tan improvisada que tengo, me impidieron cumplir los entrenamientos.
Pero el problema es que, como en todo, cuando abandonas un hábito varios días, sientes que tienes que volver a empezar casi de cero…“Hoy tienes que hacerlo. Te vas a alegrar”, me repetía a mi misma camino de la pista de atletismo, sin tenerlo demasiado claro.

Me esperaban series de 500 y de 1000m. Y a ritmos que me parecían de otro planeta…
Empecé sin pensar mucho a hacer el calentamiento, 25’ corriendo en los que la cabeza me dijo 300 veces que no podía, que estaba cansada, que por qué no me iba a casa, que no estaba disfrutando, que qué necesidad tenía… acabé el calentamiento y me senté unos segundos en un banco a pensar si retirarme o seguir.
Lo bueno es que siempre hay otra parte de mi cabeza que me impide rendirme. Que no me permite tirar la toalla. Y a esa fue a la que escuché.
“Hazlo. Hazlo mal, hazlo sin dar el máximo, pero hazlo”, me dije.
No sé cómo ni porqué, pero salió uno de los mejores entrenamientos que he hecho nunca. Y más rápido incluso de los tiempos que tenía marcados.Podría deciros que aprendí la lección y voy a creer más en mi. Pero no.
Ni siquiera sé por qué os lo cuento. Puede que yo misma trate de entenderlo o necesite escribirlo… La sorpresa ha sido que esto mismo lo he publicado en Instagram. Y no imagináis cuantas mujeres me han escrito para darme las gracias por contarlo, porque a ellas les pasa lo mismo.