Volver cada mañana a la linea de partida

Ayer volvió a suceder. No  logro entender por qué me pasa y si sólo me pasa a mi.
El otro día compartía un vídeo de Dani Martin en el que hablaba de situarse siempre en la linea de partida. Él hablaba de que haber llenado varias veces el Calderón o Las Ventas en sus conciertos era maravilloso, pero realmente no servía para nada. Que había que mirar hacia adelante, trabajar y olvidar lo que habías logrado porque lo importante era situarse SIEMPRE en el punto de partida y volver a dar el máximo de ti.
Hace unos días, una amiga me contaba que le daba pánico situarse en la linea de salida de una carrera.
«No me veo capaz de correr un km seguido», me decía.
«A mi todavía me pasa», contestaba yo.
Ella se reía… «¿Con la de carreras que llevas en las piernas? ¿Habiendo terminado 7 medias maratones? ¿Me lo dices de verdad?»
Y creedme que lo digo de verdad. Ni siquiera sé si esto que me pasa es un defecto o una virtud, no lo tengo claro. Supongo que tiene de bueno, además de una constante cura de humildad, te obliga a volver a empezar, a pelear desde el principio, a no dormirte en los laureles…y tiene de malo que, a veces, es agotador.
No logro explicar esa parte de mi cabeza que me hace pensar que todo ha sido un sueño y que me repite cada día que no soy capaz. Por suerte, no suelo hacerle caso. Pero ahí está.

Susana Garcia Running Beauty Blog
Ayer volvió a suceder.
Esta semana los horarios de trabajo, llamadas de última hora y esa agenda tan improvisada que tengo, me impidieron cumplir los entrenamientos.
El lunes no pude entrenar. El martes intenté hacer lo del lunes.. pero sólo encontré un hueco a última hora de la noche, así que hice 5 kms sin mirar el reloj, en lugar de lo que tenía que hacer. Pero pensé que era mejor eso que nada.
Miércoles imposible. Jueves tampoco… así que el viernes tenía que hacerlo sí o sí…

Pero el problema es que, como en todo, cuando abandonas un hábito varios días, sientes que tienes que volver a empezar casi de cero…
Hoy tienes que hacerlo. Te vas a alegrar”, me repetía a mi misma camino de la pista de atletismo, sin tenerlo demasiado claro.
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Me esperaban series de 500 y de 1000m. Y a ritmos que me parecían de otro planeta…
Empecé sin pensar mucho a hacer el calentamiento, 25’ corriendo en los que la cabeza me dijo 300 veces que no podía, que estaba cansada, que por qué no me iba a casa, que no estaba disfrutando, que qué necesidad tenía… acabé el calentamiento y me senté unos segundos en un banco a pensar si retirarme o seguir.

Lo bueno es que siempre hay otra parte de mi cabeza que me impide rendirme. Que no me permite tirar la toalla. Y a esa fue a la que escuché.
Hazlo. Hazlo mal, hazlo sin dar el máximo, pero hazlo”, me dije.
Y lo hice.
No sé cómo ni porqué, pero salió uno de los mejores entrenamientos que he hecho nunca. Y más rápido incluso de los tiempos que tenía marcados.
Podría deciros que aprendí la lección y voy a creer más en mi. Pero no.
Hoy, como cada mañana, vuelvo a empezar. A pensar que no soy capaz, y volveré a ver que sí lo soy.

Ni siquiera sé por qué os lo cuento. Puede que yo misma trate de entenderlo o necesite escribirlo… La sorpresa ha sido que esto mismo lo he publicado en Instagram. Y no imagináis cuantas mujeres me han escrito para darme las gracias por contarlo, porque a ellas les pasa lo mismo.
Incluso alguien me dejaba un comentario diciendo que me había leído desde la cama dudando si salir a correr… y al leerme se había puesto las zapatillas y volvía de hacer 14 kms…  eso me demuestra que, en el fondo, todas somos iguales.
Que las inseguridades, una vez más, nos hacen dudar de nosotras a menudo, sea en el deporte, en el trabajo o como madres… pero en el fondo, siempre somos capaces de más de lo que creémos, ¿no os parece?
(NOTA: por un problema con la plantilla del blog no están activos los comentarios… podéis dejarlos si queréis aquí) .