Hoy una amiga me preguntaba: “Su, ¿que le pides al 2021?”.
Y respondí sin pensar mucho: “Reír a carcajadas”.
Y creo que eso es lo que le pido: Llorar de la risa y que se me emborrone el maquillaje y se me arrugue la nariz.
Ataques de risa de esos que no puedes parar, que después de una pausa de dos segundos, vuelves a romper a reír y te duele hasta la tripa.
Risas al despertar, risas al darme cuenta que se me enfrió el café porque me puse a hacer otra cosa, risas en notas de voz eternas que siempre empiezo con un “te dejo una nota de voz cortita y te cuento rápido”, risas nerviosas en la línea de salida de una carrera con Let, y risas cuando al terminarla, sabiendo que no tengo orientación me dice muerta de risa “el metro está para el otro lado, Su”…
Risas cuando después de una explicación miras a tu amiga y dices “no he entendido nada”.
Risas porque estamos bien, risas contando los túneles camino de Asturias, risas al pisar París, ver un letrero y recordar que no sabes francés, risas en el coche de “lo siento chicos, me he pasado otra vez la salida”, risas de “venga, lo intento una vez más”, risas con Rebeca intentando que al reír no se nos salga la bebida por la nariz, risas con mi hija cuando sin decirnos nada empezamos a bailar la intro de Friends como si estuviéramos las dos dentro de la fuente…
Risas contagiosas.
Risas nerviosas.
Risas de “la lié otra vez”.
Risas de “no me acuerdo por qué me reía”.
Creo que al 2021 sólo le pido risas.
Pero no quiero nada nuevo.
Quiero risas por las cosas de siempre. Risas. Muchas risas.