En esto de los autobronceadores todas tenemos los mismos miedos: o quedar anaranjadas, o que nos queden manchas que delaten que no es natural, sino de bote.
Cada verano nos prometen grandes avances en el mundo de las cremas autobronceadoras y nos aseguran que (esta vez sí…) son infalibles.
Una, que es una loca de los autobronceadores, cada verano se compra el último que sale al mercado, y días más tarde descubre que es el mismo perro con distinto collar, es decir, que, o lo sabes aplicar muy bien, o parece que se te ha caído un café por las piernas…
La verdad es que los autobronceadores han avanzado en general: huelen mejor, no dejan tantas manchas y para mi lo más importante, han aparecido los autobronceadores progresivos.
Yo estoy encantada con la linea de St. Tropez que compré en The Lab Room pero recomiendo a todas las que no seais muy mañosas los progresivos de Johnson´s, Nivea o Dove.
Pero supongamos que ya te has comprado el autobronceador.
Vayamos a lo práctico: te lo has aplicado y ha quedado un churrete o una mancha.
Que no cunda el pánico: hay solución.
Podemos hacer varias cosas:
La primera opción es recurrir a métodos naturales: frotar con un limón la zona y después exfoliar e hidratar.
Poco a poco irá desapareciendo la mancha.
Otra opción es el mágico Tan Detox de St. Tropez que nos ofrece (¿cómo no?) The Lab Room.
Se trata de una mezcla de aceites de avellana y lavanda.
Echas unas gotas en el agua del baño y promete unificar el tono como por arte de magia.
Pero si tu error ha sido al elegir el producto, y el que has comprado es muy oscuro, o simplemente no te apañas al aplicártelo, prueba este truco: mézclalo con crema hidratante y conseguirás un tono más suave que te costará mucho menos extender correctamente.
Así que todo tiene solución. Deberíamos perder el miedo a los autobronceadores y recordar que siempre son la opción más sana: no aceleran el envejecimiento, no causan manchas (al menos de las que no se pueden borrar) y, lo más importante, nos mantienen a salvo del melanoma.