Creo que nunca me había costado tanto escribir un post.
Desde que muchas de vosotras me habéis pedido (y seguís haciéndolo) en Instagram que os cuente cómo he conseguido perder peso y cómo me he logrado iniciar en el mundo del running, os aseguro que he empezado a escribirlo cientos de veces… Y ni siquiera estoy segura de que esta versión, la que estoy escribiendo ahora mismo, vea la luz.
Por un lado no me considero un ejemplo para nada, y por otro, creo que hay expertos que os pueden ayudar de forma más profesional a lograrlo.
De todas formas, por la insistencia, he pensado que os puedo escribir este post, contándoos mi experiencia, con la condición de que la cojáis como eso, como una experiencia, sin tomaros nada al pie de la letra.
Empezaré diciendo que nunca, nunca, nunca quise ser runner. Es más, me horrorizaba la idea.
Como algunas sabéis, a finales de enero de 2016 a una de las personas más importantes de mi vida le dio un infarto fulminante del que salió con vida milagrosamente y que dejó su corazón algo pachucho.
Y fue en la sala de espera de la UCI del hospital donde le salvaron la vida, donde observé a otros familiares que allí esperaban noticias.
Hay algo único en la UCI de coronarias de un gran hospital, que allí ocurre como en pocos sitios: se respira miedo.
Hasta la persona más dura, más insensible del mundo, se siente pequeñita, indefensa, vulnerable… esperando a tener noticias sobre su familiar o ser querido, siendo consciente de que existe la posibilidad de no volver a verlo.
Y fue allí, observando a la gente en la sala de espera, hablando con alguno de ellos, cuando me di cuenta de que la vida se puede ir en un momento. Eso lo sabemos todos, los decimos todos, pero allí me di cuenta de que era una realidad…
Desde ese día hice mía una frase que comparto muchas veces en redes sociales:
«Tenemos dos vidas, y la segunda comienza el día que te das cuenta de que solo tienes una».
Y ese día, empezó mi segunda vida.
De repente sufrí una revolución interna, una catarsis que me cambió mucho en todos los aspectos, y creo que para bien.
Dejé de pensar solo en los demás y me miré al espejo. Y lo que vi, no me avergüenza decirlo, no me gustó.
Me había abandonado durante años, había mirado, cuidado y ayudado a los demás… Pero me había olvidado de mí.
Todos sabemos que para hacer el bien a los demás, necesitas estar bien tú primero. Es cómo cuando te dice la azafata del avión que en caso de despresurización te pongas tú primero la mascarilla, porque si no, no podrás ponérsela a tus hijos o a quien la necesite. Pues es lo mismo.
En cuanto abandonamos el hospital comencé a caminar. Por un lado sentía la necesidad de salir a pensar, a despejar la mente, a escuchar música muy alta…
Nunca había querido correr y además, reconozco que el que estuviera tan de moda, no hacía sino quitarme las ganas de vestirme de «power ranger» y de someterme a ese postureo runner que tanto hay en redes sociales.
Un día, escuché a Chema Martínez decir una frase que tenía todo el sentido del mundo: si el comprarte unas zapatillas chulas, el hacerte una foto o el compartir en redes sociales te anima a correr… Bienvenido sea… porque lo importante es hacerlo. Da igual cuál sea tu motivación.
Por aquel entonces no entraba en mis planes correr todavía. De hecho no era capaz de correr cien metros hasta la parada del autobús sin que «me saliera el hígado por la boca«…
Pero un día, cuando caminaba y veía a los runners con los que me cruzaba a diario, me pregunté si sería capaz. Y probé. No aguanté nada y me puse roja como si me fuera a explotar la cabeza… Y, no me acuerdo bien, pero debí de correr 10 metros…
Días después lo intentaba otra vez, con tesón y paciencia, pero volvía a caminar… Estaba claro que correr no era lo mío…
También me di cuenta que me sobraba peso y eso hacía que las rodillas me dolieran un poco.
Así que me apunté al gimnasio y me dediqué a hacer elíptica que tengo la suerte de que me encanta.
Empecé por un cuarto de hora al día.
No hacía más que escuchar consejos que no había pedido en plan «apúntate a clases que es más divertido», «pero ¿solo haces elíptica 15 minutos y te vas?», «¿te compensa pagar un gimnasio para eso?»…
Pero sí por algo me caracterizo es por escuchar poco los consejos que no he pedido y por ser muy constante con las cosas a mi ritmo.
El cuarto de hora de elíptica se convirtió en media hora, y la media hora en una hora diaria, lo que me supuso además de ir cogiendo fondo, perder mucho peso.
Un día en un viaje a Asturias, me puse a correr por la playa.
Me sorprendió que aguantaba mucho más, más distancia, más tiempo y me animé. La elíptica, sin yo saberlo, me estaba ayudando.
Desde entonces algún día intentaba correr aunque más de 5 veces abandoné la idea y volví a caminar que parecía ser lo mío. Pero volvía a intentarlo. Que es lo importante. Por muchas veces que te frustres.
Es como todo en la vida (las dietas, los trabajos,… todo). Mientras lo sigas intentando, da igual cuantas veces fracases. El verdadero problema lo tienes el día que lo dejas de intentar.
Un día fui a correr con una amiga que había pasado de no hacer nada a correr 7 km. Le dije que no era posible o yo estaba haciendo algo mal… que me enseñara cómo lo hacía ella. Y efectivamente, yo lo hacía mal.
Aprendí que yo iba demasiado rápido y al primer km no aguantaba más.
Comencé a correr muuuuuy despacio y aguanté 7 km un día y 8 km el segundo… Me pasó algo extraño que no entendía, y es que, a partir del tercer kilómetro, parece que ya no te cuesta. Te cansas, sudas, pero los músculos aguantan muy bien y empiezas a disfrutar…
Ni que decir tiene que durante dos días no pude ni moverme de las agujetas o tirones musculares que tenía. Me había pasado.
Pero me había servido de algo: VER QUE YO ERA CAPAZ.
No sabría si lo haría más veces, pero me había demostrado que era capaz… y aquello ya era suficiente para mi.
Tan solo un mes más tarde ganaba gracias a vosotras un viaje para correr la carrera de 5 km en Disneyland París (en el fin de semana de la media maratón que allí se celebra cada año).
Era la motivación que me hacía falta. Cierta obligación que me hizo persistir.
Y sin darme cuenta 20 días más tarde de aquellos primeros 7 km, corría a diario (4, 5, 6 e incluso a veces 8 o 10km).
Comienzo caminando para calentar, durante un kilómetro. Después corro y los últimos 200 metros los hago caminando. Pero esta parte es mejor que la leáis en libros escritos por expertos o preguntéis a quien os ayude de forma más profesional.
Lo que quiero transmitir y que ya sabéis las que me seguís por Instagram, es que me ha enganchado, y la prueba es que en este post lo escribo desde el avión camino de San Francisco con una maleta pequeñita de equipaje de mano en la que ocupa más espacio la ropa y calzado de deporte que el resto… Quien me ha visto y quién me ve.
La carrera de París es el 24 de septiembre y haré lo que pueda porque ni conozco el terreno ni me preocupa quedar la última. Solo busco demostrarme a mí misma que soy capaz y hacerlo allí, en un lugar tan mágico me motivará tanto que será fácil.
Después seguiré corriendo mientras me motive y me apetezca y si lo dejo, no pasa nada. Lo habré logrado.
El único consejo que os puedo dar es que lo intentéis, que caminéis, que poco a poco probéis a correr. En internet hay miles de webs con información para principiantes, para empezar a correr desde cero. Pero si os cuesta, empezad caminando. No pasa nada.
Prestad mucha atención a comer equilibrado, porque no se pueden hacer burradas con la comida nunca, pero menos si empiezas a correr, que necesitas proteínas, hidratos y muchos nutrientes.
Y tened cuidado con las lesiones, calambres y forzar demasiado.
Invertid en una prueba de esfuerzo, en una revisión médica, en una análisis de la pisada y en unas buenas zapatillas.
Como me dijo una vez una amiga profesional del deporte, corred despacio, y cuando veáis que estáis corriendo muy despacio, corred aún más despacio.
De esa forma avanzáis, cogéis fondo y poco a poco después, sin prisa, os preocuparéis de tiempos y distancias.
Te dará la impresión de que eres la única que camina, mientras todo el mundo corre, o de que vais muy lento… pero en serio, no hagáis caso, no penséis… da igual.
Lo más difícil pero también lo más satisfactorio, es empezar y ver que eres capaz.
Espero haberos ayudado contándoos mi experiencia. No pretendo, como os decía al principio ser ejemplo para nadie, ni creo que sea quien para dar consejos, pero ante la insistencia, prometí contaros mi experiencia y cómo he logrado hacer un mínimo de 6km al día.
Y aprovecho para dar las gracias a cada una de las personas que me animan cada vez que comparto los kilómetros que he hecho en redes sociales, sean 5 o 15k. No sabéis cómo es de importante contar con ese ánimo para creer en ti misma o seguir motivada. Os lo digo de corazón.
He titulado este post como Red Lips Runner, que es un hashtag que utilizo a veces, precisamente para quitarle «seriedad».
No salgo a correr con los labios rojos, aunque confieso que a veces me pongo un poco de máscara de pestañas o una BB cream 😉 pero creo que transmite que no son consejos de profesional sino la experiencia de esta beauty blogger… a la que el running enganchó para siempre.
Y perdonad la calidad de las fotos, las he cogido de Instagram porque creo que este post necesitaba fotos mías reales. Lo contrario no tendría sentido en un post tan personal.