Nada organiza más rápidamente tu escala de prioridades que las luces de una ambulancia.
Nada consigue despojarte de todo lo innecesario y deja al ser humano completamente desnudo, reducido únicamente a puros sentimientos, que pasar horas en la UCI de cardiología de un gran hospital, donde lo único que importa es mantener la esperanza de volver a ver a un ser querido con vida.
Hace pocas semanas me despertaban en mitad de la noche para decirme que mi padre había sufrido un infarto fulminante. Sin saber muy bien cómo, llegaba a la sala de espera donde los cardiólogos nos daban el peor de los pronósticos… no había apenas esperanzas.
Sin embargo, un corazón tan grande y tan bueno, no se iba a rendir tan fácilmente y mi padre volvía a la vida horas después, gracias al increíble trabajo del equipo de coronarias y a esa fuerza que tenemos en esta familia, que nos impide rendirnos y nos motiva a luchar siempre…
Aunque el peligro pasó rápidamente, fueron muchas horas observando y compartiendo conversaciones con familiares de otros enfermos, fueron muchas horas rezando porque todo saliera bien y fueron muchas horas pensando,… pensando mucho.
Y entonces algo hizo clic en mi, como nunca nada lo había hecho antes.
Dicen que todos «tenemos dos vidas, y la segunda empieza el día que te das cuenta de que tenemos solo una». Pues algo así fue lo que me pasó a mi en aquel momento.
De repente, la vida tenía sentido. De repente todas las frases sobre saborear la vida, sobre disfrutar el momento, sobre vivir de verdad e intensamente, empezaron a tener sentido y comencé a querer vivir a tope.
«A tope» no significa dejarlo todo y vivir alocadamente. «A tope» significa para mi sacar tiempo para hacer deporte, para pasear, para escuchar música, aunque ello signifique no trabajar o escribir cada segundo de mi vida como estaba haciendo.
Habréis notado que he bajado el ritmo de publicaciones en el blog. Habéis visto en mi Instagram que disfruto saliendo a caminar, a correr, o que dedico más tiempo a comer con unas amigas.
Aunque me ha hecho falta este pequeño parón (o al menos bajada de intensidad) poco a poco, voy recuperando el ritmo, y ya estoy volviendo a publicar como antes, pero quería explicaros a que se debía todo ello.
Sabéis que no soy demasiado de contar mis problemas personales, pero creo que este cambio, esta sonrisa permanente, estos labios rojos que no me quito jamás, estas ganas de vivir.., merecían su explicación (antes de que creyérais que me había vuelto completamente loca, jajajaja).
Seguimos como hasta ahora. Como llevamos haciéndolo desde 2009, pero ahora saboreando, mientras la vida lo permita, cada momento, cada ratito con una amiga, con mi familia o cada momento de soledad… y por supuesto cada café en Instagram, cada conversación con vosotras en Facebook o en los comentarios del blog… cada instante.
Al fin y al cabo, de eso se trata la vida, ¿no creéis?