Nunca sigo las instrucciones al pie de la letra, jamás leo los prospectos de los productos de belleza y creo que jamás he cocinado una receta sin inventarme algo o añadirle algún ingrediente que no venía en la lista.
Hay quien dice es por mi lado creativo, pero yo creo que es una pequeña forma de rebeldía, o de querer dejar las cosas imperfectas, que, en el fondo, me gustan más…
El caso es que me gusta el turrón en febrero, el sol de noviembre, escribo la carta a los reyes magos en agosto, creo la lista de buenos propósitos en septiembre y me gusta celebrar acción de gracias aunque no cene pavo y lo haga con un simple post donde doy las gracias… a pesar de todo.
2017 no ha sido fácil.
Si lo pienso, ha sido uno de los años emocionalmente más duros de toda mi vida.
Problemas de toda índole, y como broche final la noticia desagarradora de la muerte de una amiga asesinada en Afganistán hace apenas dos meses.
Si miro atrás, me siento como en esas películas en las que los protagonistas cruzan un puente que se derrumba a los pocos segundos de haberlo cruzado.
He logrado algunos de los propósitos que prometí cumplir este año, como ser capaz de bajar el ritmo, desconectar más a menudo, pasar algún rato al día sin hacer nada, perder peso y hacer del deporte una parte importantísima de mi vida.
En enero recibía la noticia de haber sido seleccionada por Asics como uno de los 40 Front Runners o embajadores de la marca. Más de 4.000 solicitudes y solo 40 elegidos… y ahí estaba mi nombre. Tan asombroso como inimaginable.
Cierto es que el segmento de principiantes siempre está menos concurrido, pero lo que os aseguro es que este nombramiento supuso el empujón que me hacía falta para hacer del running mi pasión y no abandonar como podía haber hecho en cualquier otro momento.
Acabo el año con la sorpresa de haber sido elegida por mis compañeros (la mayoría de ellos, grandes atletas) como una de las 6 finalistas para frontrunner del año. Nos pidieron que cada uno de nosotros votara en secreto a uno de los 40, y me sorprende (y dice mucho de ellos y muy bueno) que hayan pensado en alguien que empieza en esto. No se me pasa por la cabeza ganar, ni tan siquiera sé cual es el premio, ni me importa… porque esto ya es más de lo que nunca pude soñar.
Pero 2017 ha traído muchas otras cosas buenas.
El running me ha dado fuerza en los momentos en los que la necesitaba y muchos momentos de alegría compartida con compañeros de carrera (a los que llamo cariñosamente el Equipo A).
Tres viajes a París y uno de ellos para correr la que ha sido la carrera de mis sueños, la media maratón de Disneyland Paris, y más viajes… Oporto y muchos otros por España.
Si 2016 hizo realidad el sueño de conocer a Brad Pitt, 2017 trajo a Beckham, la oportunidad de ver a Dani Martín por primera vez en directo, tener su autógrafo y hasta compartir una página completa en el periódico, y asistir una vez más a un concierto de U2, con una telonera de lujo: la nueva princesa de la familia de cuyo nacimiento me enteraba por whatsapp según sonaban los primeros acordes de la guitarra de The Edge.
Programas de radio, ser capaz de salir a un escenario en el estreno de Cars 3, o aparecer en uno de los capítulos del libro de Carlos Rebate… son también algunas de las cosas molonas que trajo este año.
Pero si hay algo por lo que tengo que dar las gracias a 2017, es por haberme hecho creer en mi.
Al igual que no me creía capaz de correr 10 kms y en menos de un año he terminado mi tercera media maratón, este año me ha hecho ver que yo podía con todo, o al menos con mucho más de lo nunca imaginé… y a pesar de ser muchas las piedras que encontré en el camino, fui capaz de seguir adelante y levantarme cada mañana con una sonrisa.
2017 me ha enseñado a no tener rencor, a saber que hay quienes estarán siempre ahí, y que otros no lo están o no lo estarán. Y he aprendido a vivir con eso, sin pena de ningún tipo.
2017 me ha hecho reencontrarme con amigos y, aunque haya tenido que ser por algo tan triste como perder a alguien, nos ha enseñado a parar el reloj, y a sentarnos a charlar, a vernos más, a decirnos cuanto nos queremos… y a escalar montañas.
2017 me ha enseñado que hay gente maravillosa que no tiene ningún miedo a descolgar un teléfono solo para decirte que creas más en ti, que te mereces tu última medalla, o que cuentes con ella si tienes un mal día.
Sí. Si me pongo a enumerar todas las cosas que me han pasado, podría decir que ha sido un año duro, muy duro. Y lo ha sido. Pero ha tenido muchas recompensas. Ha tenido muchas cosas bonitas y me ha enseñado a ver el lado bueno de las personas y de las cosas.
No tengo miedo a lo que venga. Bueno, como dije a principios de año cuando tropecé con una de mis frases favoritas… sí tengo miedo, pero soy valiente.
Los valientes también tenemos miedo. Por eso somos valientes.
Así que gracias 2017. Gracias… a pesar de todo.